En esta ocasión, este viaje fue una sorpresa inesperada. Cuando me dijeron que mi siguiente destino era El Algarve portugués no me podía imaginar lo que me deparaba. Siempre pensé que esta zona tenia un encanto especial y había oído hablar muy bien de ella, pero realmente cuando llegas allí y empiezas a ver esas aguas cristalinas, que te recuerdan al mar del Caribe, y esas grutas rocosas, formando pequeñas calas, que incitan a la intimidad y al misterio, te das cuenta de que esta zona te atrae mucho más de lo que pensabas. El Algarve portugués es mucho más que sol y playa. Sus ciudades y sus villas tienen mucho que ofrecer al visitante, con una herencia cultural en la que se unen su pasado fenicio, árabe y cristiano en armonía. Para conocer este fantástico lugar a fondo, planificamos un recorrido en el que nuestro punto de partida era la ciudad de Albufeira, que en árabe significa "Castillo de Mar". Es una ciudad tranquila, donde puedes disfrutar de sus grandes extensiones de playas, de su pequeño puerto pesquero con barcos de vivos colores y de los restos de su antigua fortaleza, que nos trae ecos del pasado. Además esta ubicada de tal forma que puedes visitar las ciudades y paisajes más importantes del Algarve a dos horas como máximo de camino; Una vez instalados aquí nos dispusimos a partir dirección a nuestro primer destino, dirección a la ciudad de Silves. Nos encontramos con una pequeña ciudad, en la que el casco histórico gira en torno al "Castelo", que son los restos de la antigua ciudad amurallada que construyeron los musulmanes en tiempos de Al-Andalus.
Nos sorprendió lo bien que se conservaba. Recorriendo sus murallas, sintiendo el olor a húmedo del aljibe que se escondía a nuestros pies y disfrutando de las vistas de toda la ciudad desde las torres fortificadas, pude trasladarme por un momento a aquella época califal; Cuando volvimos a la realidad, decidimos seguir nuestra ruta y pusimos rumbo a la maravillosa ciudad de Lagos. En este lugar, que se extiende a lo largo del litoral costero, pudimos disfrutar de las increíbles vistas que nos ofrecía, donde el azul verdoso del mar se fundía con la fina arena de las playa. Encontramos un parador, donde pudimos ver una pequeña calita, que incitaba a perderse dentro de ella y disfrutar descubriendo las diferentes grutas que se abrían a nuestro paso, a sentir el sol que se filtraba por encima de las rocas y a adentrarnos en esa agua tan limpia y cristalina.
Recorrer la ciudad y perderse entre las callejuelas de casitas blancas, disfrutar de cada playa, nadar en la fría agua del Océano Atlántico y adentrarse en las diferentes grutas que te encuentras a tu camino son algunas de las cosas imprescindibles que hay que hacer si visitas este increíble lugar; Decidimos que no había mejor manera de terminar el viaje que huir al final del continente y visitar el Cabo de San Vicente, en el municipio de Segres. Caminamos entre los acantilados, sintiendo el viento de Atlántico en nuestra cara y disfrutamos de la luz de sol, que se fundía con el mar en el horizonte. Algunos pescadores extendían sus kilométricas cañas de pescar desde el acantilado hasta el mar, pasando las horas y disfrutando de la paz que te ofrece este lugar.
Sencillamente un paisaje espectacular, lleno de magia, que nos envolvió por completo y puso fin a un día emocionante, en el que pudimos disfrutar de esta maravillosa zona, de sus paisajes y de la inmensidad del Océano.
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